María

María

Cada domingo pasábamos a buscar a María por su casa para comer con los que por aquel entonces, eran mis suegros.
Había que ir a buscarla antes del mediodía porque a ella lo que le gustaba era hacer el vermut sentada de espaldas a la tele y de cara a la puerta para ver llegar uno por uno a todos sus hijos, nietos y bisnietos.
Sin levantarse de su silla daba dos besos a todo aquel que se le acercaba y como si estuviera en su casa les invitaba a ir a la nevera a por algo.
Como en la vida de esa familia, ella tenía que llegar siempre la primera, porque como bien decía, “también voy a ser la primera en irme”.
Cada vez que soltaba esa frase yo la miraba con ternura y me preguntaba si estaría pensando en que no sería la primera, sino la segunda, pues su marido había muerto muchos años atrás. Quizás le pasaba como cuando sacaba su vena competitiva jugando al chinchón y ni con la muerte dejaba que nadie le ganara.
Enviudó muy joven, meses después de que su marido, unos quince años mayor que ella, sufriera una embolia.
Cuentan las malas lenguas que lo mató ella. Que después de la embolia, el doctor le prohibió cualquier tipo de bebida alcohólica a su marido, y que ella seguía cocinando todo con vino expresamente para deshacerse cuanto antes de aquel hombre que durante tantos años le había pegado cada noche cuando volvía borracho del bar.
Verdad o no, cada domingo, cuando levantaba la copa de vino y nos animaba a todos a brindar con ella, me la imaginaba en su interior celebrando el haber llegado hasta aquí sin él.

📷 @serendipity_nereida
✏️ @laferragua

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