Búnker

Búnker

¿Te acuerdas cuando te decía “Voy a hacer un búnker”? Medio adormilado sonreías y yo me levantaba de la cama para bajar las persianas cada mañana cuando empezaban a entrar los primeros rayos de sol.
Solía saltar por encima de ti para no dar la vuelta entera a la cama. Tu manía de dormir siempre en el lado que más cerca quedara de la ventana. Daba igual si era el derecho o el izquierdo.
Bajaba las persianas y volvía a oscuras a la cama, pasando de nuevo por encima de ti. Solías dormir boca arriba, y si el ruido de las persianas te había desvelado, aprovechabas para darme un beso que a veces acababa en mi nariz. A oscuras es difícil atinar.
Ese ritual mío para convertir nuestra habitación en un búnker. Como si nos quisiera proteger de algo o de alguien más allá de la luz que pudiera entrar. Más que para alargar las horas de sueño parecía que lo hiciera para parar el tiempo. A oscuras el mundo parece que no avanza, si no es de día no hemos dejado otro viernes atrás. Si no me veías ni a mí tampoco podías ver a nadie más. A oscuras no existen sombras. Existíamos solo tú y yo.

Pero a mí no me salvó un búnker, de hecho, ni a ti. Y como entendí que los búnkeres no protegen, ya no los creo más, por mucho que me siga molestando la maldita luz.

📷 @serendipity_nereida
✏️ @laferragua

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